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Preparados para el mal tiempo

Por Jim Skorulski

Probablemente no haya otro deporte más afectado por las condiciones climáticas que el golf. Viento, lluvia, sequía y temperaturas extremas impactan en el modo en que la pelota vuela en el aire, rebota en el suelo y rueda sobre el césped. Los superintendentes de canchas de golf se esmeran en mantener superficies perfectas que ofrezcan condiciones de juego consistentes a pesar de los cambios climáticos. Por ejemplo, los programas de aireación y topdressing contribuyen al drenaje de los suelos con el objetivo de minimizar el impacto de la lluvia y de obtener superficies lo más firmes posible. Otros proyectos tales como la mejora de drenajes, remoción de árboles para mejorar las condiciones de crecimiento, reconstrucción de greens deficientes, establecimiento de céspedes tolerantes al estrés, o la renovación bunkers problemáticos, son llevados a cabo con el fin de alcanzar mejores condiciones de juego a pesar del clima. En las canchas también se instalan caminos para carros, con el objeto de mantener la accesibilidad a la cancha en caso de mal clima.

Más allá de estos esfuerzos, el clima continúa afectando el juego. Por ejemplo, los impactos moderadores de las temperaturas oceánicas pueden generar diferencias entre el juego en una cancha cercana a la costa y el de una alejada de la misma. Esto resulta particularmente evidente cuando las temperaturas bajas del océano enfrían el aire, produciendo niebla, que hace más lento el crecimiento del césped. Un programa de mantenimiento cuidadosamente planificado puede contribuir a reducir el impacto ocasionado por las temperaturas frías sobre las canchas ubicadas en la costa. Sin embargo, estas canchas no se encontrarán en condiciones similares a las de aquellas situadas tierra adentro hasta que se eleve la temperatura del océano.

Los efectos obvios de los climas extremos son fáciles de entender, pero sus impactos sutiles o indirectos suelen ser más confusos y frustrantes. La falta de luz solar apropiada asociada a períodos prolongados de clima nublado puede impactar el crecimiento y vigor de los céspedes de temporadas cálidas, como bermudagrass. Por otra parte, los altos niveles de temperatura y humedad pueden ser perjudiciales para los céspedes de temporada fría, como bentgrass. Los efectos acumulados de las condiciones climáticas adversas influirán en el mantenimiento y las condiciones de juego. Los impactos de un clima contraproducente nunca son bienvenidos, pero de vez en cuando son inevitables, más allá de los mejores esfuerzos por crear superficies de juego firmes y parejas.

El clima que más afecta las canchas de golf suele surgir cuando los golfistas no están presentes. Este es, efectivamente, el caso de los céspedes dañados durante el clima en invierno. Heladas repentinas, ciclos de congelamiento y deshielo, formación de hielo, normalmente no pueden ser controlados y pueden resultar en daños catastróficos en el césped. Desafortunadamente, el daño que se ve en la primavera puede ser muy decepcionante, y difícil de aceptar para los golfistas.

El clima continuará por afectar nuestro juego siempre y cuando juguemos al golf al aire libre. Incluso mejorando nuestra habilidad de predecir el clima, y más allá de las superficies de drenaje rápido y céspedes más resistentes, siempre habrá momentos en los que las condiciones de la cancha se encuentren a merced del clima – y eso no es necesariamente algo malo. Como dijo alguna vez Mark Twain, “El clima es lo que esperamos, el tiempo es lo que obtenemos.” Quizá es tiempo de que nosotros, como golfistas, nos esforcemos por mejorar en nuestra predisposición al mal tiempo y apreciemos la influencia sutil – y ocasionalmente sublime – de la naturaleza en el juego que amamos.

Jim Skorulski es Agrónomo de la North East Region de la USGA Green Section.
El presente artículo ha sido aportado a TGMdigital por la USGA y extraído de su página web.

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