El dilema de los bunkers

Prácticamente todos los que juegan al golf saben que los bunkers deberían ser hazards. Ese es el modo en que los define las Reglas de Golf—“Un búnker es un hazard que consiste en un terreno preparado, frecuentemente una depresión, de la cual ha sido removida césped o tierra, o reemplazada por arena o similares.”
Para los golfistas, el objetivo debería ser evitarlos.
Pero para los superintendentes de golf, el tema de mantenimiento de bunkers es frecuentemente una cuestión que cae dentro de la categoría de “Trabajo peligroso”.
De hecho, ese es el título de un seminario ofrecido por la Golf Course Superintendents Association of America. Disertada por Robert M. Randquist, miembro del Directorio de GCSAA y Superintendente de Golf Certificado en Boca Rio Golf Club en Boca Ratón, Florida. Este curso ayuda a superintendentes de la GCSAA entender la compleja y frecuentemente contenciosa cuestión.
De acuerdo a Randquist, la dificultad del mantenimiento de bunkers comienza con el hecho de que tanto los golfistas y los superintendentes de cancha de golf exhiben una gran variedad en cómo miran a los bunkers.
En un extremo, usted escucha: “Un búnker es un hazard, no debería haber tirado la pelota aquí.” O: “El golf es como la vida, no se supone que tenga que ser justa.”
En el otro extremo se encuentran aquellos que piensan: “No puedo creer lo injusto que es este búnker. Incluso el mejor golfista del mundo no podría llegar al green desde aquí.”
Con un rango de opiniones y expectativas tan alto acerca del lugar de los bunkers en el juego, y sobre cómo deberían ser mantenidos, Randquist dice que es de vital importancia que los superintendentes de golf, comités de greens, propietarios de canchas, supervisores y cuerpos gubernamentales de torneos discutan la cuestión. Que lleguen a un consenso en las condiciones de juego para los bunkers de las canchas es importante, pero es igualmente importante que determinen si sus instalaciones de golf tienen la capacidad financiera de proveer esas condiciones regularmente.
El tipo de preguntas que deben ser respondidas incluyen:
¿Debería un golfista alguna vez tener una pelota enterrada en un bunker?
¿Debería una pelota de golf siempre rodar devuelta a la porción plana del bunker?
¿Es posible definir la diferencia entre un bunker justo y uno injusto?
¿Con qué frecuencia deberían los golfistas poder sacar la pelota de un bunker de green y llevarla al hoyo en dos tiros?
¿Qué tan seguido deberían los golfistas poder hacer un tiro desde el bunker del fairway hasta el green?
¿Debería un golfista alguna vez tener que jugar un tiro desde abajo o contra el borde de un bunker?
¿Debería la superficie de arena ser lisa o surcada?
¿Los bunkers generan la misma dificultad para jugadores de bajo y alto hándicap?
Las respuestas a estas preguntas hacen posible para el superintendente de golf definir la dificultad esperada de los bunkers de las canchas de golf, establecer un plan para mantenimiento de los bunkers que ofrecerá ese nivel de dificultad y desarrollar un presupuesto para ese nivel de mantenimiento.
Los superintendentes de canchas de golf de la GCSAA están acostumbrados a crear estos tipos de planes, y balancear los deseos de los golfistas con los recursos de trabajo y equipamiento disponibles. Pero los golfistas frecuentemente no están informados de cuántos factores afectan las condiciones de los bunkers.
Randquist afirma que los principales factores que influencian las decisiones que toman los superintendentes respecto del mantenimiento de bunkers incluyen: tipo y profundidad de la arena en los bunkers; métodos de rastrillaje, acondicionamiento y tratamiento de sus bordes y, por supuesto, costos de mantenimiento de bunkers y presupuesto.
Los aspectos técnicos de la selección de arena incluyen todo desde tamaño de partículas y forma de partículas hasta potencial de formación de costras, tasas de infiltración, color, e incluso medir la firmeza con un penetrómetro. El manejo de todos estos factores para producir las condiciones deseadas de juego en el bunker es primariamente la responsabilidad del superintendente.
Lo son, también, las decisiones acerca de los métodos de rastrillaje y acondicionamiento. Con el pasar de los años, estos han variado desde casi nada de acondicionamiento en los días tempranos de este deporte, a los infames rastrillos de surcado empleados en Oakmont Country Club, a los modernos rastrillos motorizados para bunkers, que reducen dramáticamente la cantidad de tiempo que toma rastrillar un bunker.
Pero si los golfistas quieren el tipo de condiciones de bunker que ven en la televisión en campos de campeonatos, necesitan comprender que llegar a ello conlleva un costo sustancial.
Ese tipo de mantenimiento demanda un compromiso de mano de obra que la mayoría de las canchas simplemente no son capaces de reunir. Aunque hay muchos factores que influyen en el costo del mantenimiento de bunkers, Randquist afirma que muchas instalaciones de golf comprometen hasta un 15 a 25% de horas de trabajo de la cancha de golf al mantenimiento de bunkers.
En preparación para un campeonato de golf, no es poco común tener un equipo de mantenimiento de bunkers de 10 a 20 personas trabajando constantemente por dos a tres semanas previo a y durante el evento. Alcanzar “condiciones de campeonato” puede incluir la compactación de la arena, ajustar profundidades, remover escombros y piedras, controlar contenido de humedad, agregar rectificadores a la arena, y rastrillaje a mano, todos los cuales implican mucha intensidad de labor.
Si una cancha de golf establece la norma de proveer aquellas condiciones diariamente, los costos de labor por mantenimiento de bunkers únicamente pueden ser de 300.000 a 350.000 dólares al año. Para canchas de golf con presupuestos de mantenimiento anual por debajo de 1 millón de dólares tal compromiso está obviamente fuera de cuestión.
Randquist dice que los golfistas se encuentran frecuentemente sorprendidos de aprender cuánto esfuerzo los bunkers pueden exigir en el presupuesto de mantenimiento de una cancha de golf, pero una vez que son conscientes del balance entre costos operativos y condiciones de juego de bunkers, modifican sus expectativas.
A pesar de una tendencia en años recientes a mantener los bunkers de un modo que provee un grado de dificultad relativamente bajo, los bunkers siguen siendo un obstáculo. Cuando los golfistas expresan un deseo de llegar a que sean un peligro menor, deben comprender que alcanzar esa expectativa conlleva un costo significativo.
El presente artículo fue aportado a TGMdigital por la Rutgers Professional Golf Turf Management School, Rutgers University, y extraído de su página web.