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Un laberinto para perderse junto a Borges

Antes de fin de año, el esperado laberinto dedicado
a Jorge Luis Borges podrá visitarse en San Rafael

Dentro de pocos días ya se podrá recorrer el Laberinto de Borges ubicado en la Estancia Los Álamos de San Rafael, cuando finalmente se abra al público esta obra que lleva más de una década construyéndose.

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Con una historia que se remonta a los últimos años de Borges, el laberinto diseñado por Randoll Coate quedará dividido en dos zonas, una de acceso libre y otra a la que se accederá pagando una entrada por persona. En el espacio de libre acceso se ha planificado un laberinto dentro de un cañaveral para los niños, una pulpería en una casa de 1880 restaurada por el arquitecto Horacio Márquez donde se podrá comer o tomar algo, y una torre de casi 18 metros que permitirá observar el diseño del laberinto borgeano y sus símbolos desde lo alto. La idea es que se transforme en un paseo para que toda la familia pueda disfrutar.

También se ha diseñado una terraza con living bajo antiguos carolinos, un microcine donde se reseñará la historia del lugar, un pequeño museo y un área de servicios con sanitarios. Todas estas obras y remodelaciones han sido encaradas por Nacho Aldao, hermano de Camilito Aldao -quien comenzó la construcción del Laberinto- y el padre de ambos.

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La historia del Laberinto de Borges construido en la Estancia Los Alamos de San Rafael, sus símbolos, sus enigmas y cómo un diseñador inglés soñó la muerte del escritor para diseñar después su laberinto se cuentan en el documental Jardín de sueños que este año participó del Festival de Madrid.

En 1979 al consagrado diseñador de laberintos, el inglés Randoll Coate diseñó un laberinto en homenaje al escritor argentino.

Randoll Coate había conocido a Borges en 1957, a través de una amiga en común, la escritora Susana Bombal, propietaria de la Estancia Los Álamos donde Borges y su hermana Nora solían pasar vacaciones.

Coate cuenta cómo cinco años antes de la muerte de Borges tuvo un sueño en el que Susana Bombal lo llamaba para anunciarle que su amigo escritor había muerto. En su sueño Coate le propone a Susana recordar a Borges con uno de sus diseños. Ambos, el escritor y el diseñador compartían esa fascinación por los laberintos y sus símbolos.

«Pensé en un laberinto de laberintos, en un sinuoso laberinto creciente que abarcara el pasado y el porvenir y que implicara de algún modo los astros», escribió Borges en El jardín de los senderos que se bifurcan. En 1986 el escritor muere y Coate diseña su laberinto. Pasarían 25 años para que un sobrino nieto de Susana, Camilito Aldao (h), al enterarse de la existencia del dibujo, junto a María Kodama y el paisajista Carlos Thays (nieto del creador del parque San Martín) iniciaran un plan para construirlo. Pero el proyecto no vio la luz sino hasta 2003 cuando un grupo de amigos de Camilo Aldao, el periodista Mauricio Runno, Gabriel Mortarotti y Andrés Ridois, decidieron concretarlo.

El laberinto cuyo diseño mantiene las indicaciones de Coate ocupa una superficie de casi una hectárea, y está formado por más de 8.000 arbustos de buxus. Dentro de este se encuentran muchos de los símbolos borgeanos: el espejo, el reloj de arena, la cara de un tigre, el bastón de un ciego y hasta la cinta de Moebius. También se puede leer el nombre y apellido del escritor, las iniciales de su viuda, y, tiene al mismo tiempo la forma de un libro abierto al universo.

Randoll Coate explica: «El laberinto es un libro abierto, este es el primer símbolo borgeano. Después dice “Jorge Luis Borges”, con las letras en el mismo orden, es un truco maravilloso, una gran revelación y una casualidad que se llamara “Jorge” y se apellidara “Borges”. Después dibujé la imagen del espejo, que es algo milagroso, porque ves lo mismo pero en realidad no es lo mismo sino lo opuesto. El elemento del tiempo es muy importante, yo pensé cómo uno podría describir el tiempo en un laberinto, y me di cuenta que las dos “O” del Borges de arriba y del de abajo formaban un reloj de arena perfecto y ese es sin dudas el mejor símbolo para medir el tiempo, y además es totalmente borgeano. El de arriba es un 8 y el de abajo un 6, y ahí está la duración de su vida: 86 años, en las arenas del tiempo».
Continúa el diseñador: «La S extendida de abajo forma un gran signo de interrogación y ese es otro de los grandes símbolos de Borges, sus misterios, sus enigmas y todo lo inexplicable que hay en su obra».
El mismo diseño posee dos réplicas: una en Tigre (Buenos Aires) y otra en Venecia (Italia), que en el momento de su inauguración se iluminó al mismo tiempo que la de la Estancia Bombal.

Fuente:
inmendoza.com

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